Cumplir años
Sin Tacto/Por Sergio González Levet.
Ayer pasé por un suceso que le sucede a casi todos los seres humanos: vi transcurrir el día en el que cumplí un año más de vida.
(Para quienes, severos y rígidos, pueden poner en duda ese “casi” y reprochármelo, les puedo aducir lo que afirmaba el pícaro de Enrique Loubet, jr.: “Los mejores diez años en la vida de una mujer guapa son entre los 29 y los 30”).
Eso de festejar el onomástico es una incertidumbre ontológica y una sospecha que se acrecienta con la vida. Cada uno que pasa, te pone a balancear entre si considerar un año más de vida o un año menos… es como lo del vaso medio vacío o medio lleno.
Pero finalmente debo reconocer que después de la inevitable etapa dubitativa de las primeras horas de ese día mágico, el festejo se asienta con el canto de las Mañanitas, que tan bien arregló don Alfonso Esparza Oteo, del mero Aguascalientes’n. Como su nombre lo indica, esa hermosa composición se interpreta bien temprano y a todo pulmón, y mejor si el festejado aún está en los brazos de Morfeo. No obstante, la sorpresa siempre es bien aceptada y termina el cumpleañero entre los abrazos y las porras de sus seres queridos.
Se da el caso de algunos fifís que cantan “Happy birthday to you, happy birthday to you, happy birthday dear son a bitch”… pero son los menos, muy poquitos, como los que dicen el Gobierno y el INE que votaron por la reina Xóchitl. Consigno solamente el hecho de que en Chetumal, la añorada capital de Quintana Roo, cantan una versión en español del Happy Birthday, por la influencia probable de la cultura inglesa de Belice, el país adjunto.
Bien. La salida a la calle y al mundo trae para el festejado una serie de sorpresas que pueden ser gratas o ingratas, pues ahí se da cuenta de cuánto lo quieren, lo admiran, lo desprecian o lo ignoran sus prójimos, sus próximos. Es el día de recibir abrazos y estrechar manos como si fuera un candidato querido del estilo de Pepe Yunes.
En mi caso, puedo decir que recibí una buena cantidad, lo que agradezco a los amigos conocidos y desconocidos que me encontré en la jungla de acero de la ciudad. Sí, en la Legislatura pude escuchar hacia mi persona una voz amigable que me decía bastante entonado: “Éstas son las mañanitas que te canta Cazarín”.
Otra variación, que es más reciente, son las felicitaciones textuales a través de las redes. Sé de influencers que llegan a recibir millones de mensajes en su onomástico, pero yo me conformo y me quedan bien con las que recibí de mis amigos del Facebook, de mis contactos en el WhatsApp, de mis corresponsales en Gmail.
En fin, gracias a todos los que se acordaron de mí y me enviaron sus parabienes, que atesoro en mi corazón de pollo. Por eso soy un hombre feliz, aunque el tiempo sigue pasando cada vez más raudo, qué le vamos a hacer…
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